Ayer martes, Christian Lacroix presentó lo que bien podría llegar a ser su última colección luego de 22 años de permanencia en el mundo de la moda. Una colección de 24 piezas realizadas con poquísimo dinero, a último momento, y gracias a la voluntad colectiva, el tiempo donado y las habilidades de las costureras, bordadoras, joyeros, sombrereros, y zapateros leales a Monsieur Lacroix.
“No quería llorar,” dijo Lacroix al final del show ante una ovación de pie de los invitados y leales compradores de siempre. “Quiero seguir, quizás de una forma diferente, con un atelier más pequeño. Lo que más me importa son las mujeres que realizan este trabajo.”
Bruno Frisoni de Roger Vivier, y Diego Della Valle, dueño de Vivier, donaron los zapatos para la colección de Lacroix. Así lo contó Frisoni: “Llamé al señor Della Valle y le conté lo que estaba ocurriendo y él dijo, ‘Sí, por supuesto, estamos con Lacroix.”
Pese a haber podido presentar esta colección, el presente y futuro de Lacroix es incierto. Los empleados fueron informados el viernes pasado del plan de reestructuración que reduciría la fuerza de trabajo de 124 a 12, quedando la empresa merced a una operación de concesión de licencias. Los despidos sólo podrán evitarse en caso de que surja un comprador de la empresa que, desde el mes de mayo, se encuentra bajo protección judicial de sus acreedores, atrapada entre una operación unidad y ampliación, debido a un pronunciado descenso de los pedidos en medio de la crisis económica.
Solamente la modelos recibieron su paga, unos €50 cada una, según informó la corte francesa.
Nicolas Topiol, CEO de Lacroix, dijo que esta semana se espera la llegada de cartas de intención y que las ofertas serán recibidas hasta fines de julio. El ejecutivo declinó hacer comentarios de posibles compradores o sobre la probabilidad de una transacción. “La alternativa es una quiebra, y eso es lo que nadie quiere,” dijo Topiol.
Si el plan de reestructuración es llevado a cabo por sus actuales dueños, Falic Group, sólo un puñado de empleados conservará sus puestos para cumplir con los acuerdos de la licencia Lacroix, que incluye ropa de hombres con la marca Sadey, camisas de hombre y ropa de lana con Rousseau, vestidos de novia con Rosa Clara y bufandas para Mantero. El plan de reestructuración fue comunicado pocos días antes del desfile.
Las pérdidas en Lacroix se cuentan en alrededor de u$14 millones, sobre ingresos que se contrajeron en un estimado de 42 millones de dólares, mientras que los pedidos para el otoño-invierno bajaron un 35 por ciento.
Originario del sur de la ciudad francesa de Arles, sobre la base de una rica tradición gitana y provenzal, Lacroix irrumpió en la escena internacional de la moda en los años ochenta como el diseñador de Jean Patou. Bernard Arnault, presidente y director general de LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton, instalaron una casa de alta costura sólo para él en 1987, dándole una inyección de color a la alta moda parisina y llevando a Lacroix directamente a la tapa de la revista Time.
En una entrevista realizada el mes pasado, el diseñador dijo que tenía el deber de alimentar el taller con bocetos y así mantener el talento de las manos costureras ocupado.
"Ellas quieren luchar", dijo Lacroix. "Ellas son muy fuertes: ¿sabés lo que significan las mujeres francesas y la Resistencia. La mejor forma de lucha sería la de hacer una colección hermosa."
Sin embargo, después de un mal paso de los ejecutivos, un fallido intento de perfume y lo que lamenta como un descuido en el desarrollo de su casa, LacroixLVMH vendió la empresa en 2005 al Falic Group, más conocido por su cadena de Duty Free Américas. El Falic Grup también ha comprado Hard Candy y Urban Decay, de un conglomerado francés.
Por su parte, Lacroix, de 58 años, ha seguido ampliando su horizonte en el mundo del diseño, con proyectos de trajes para óperas, diseños de sets, hoteles con su firma, e incluso, tranvías para las ciudades francesas. Entonces, la pregunta obligada no se hace esperar, ¿es Christian Lacroix el más perjudicado con esta posible quiebra?
“No quería llorar,” dijo Lacroix al final del show ante una ovación de pie de los invitados y leales compradores de siempre. “Quiero seguir, quizás de una forma diferente, con un atelier más pequeño. Lo que más me importa son las mujeres que realizan este trabajo.”
Bruno Frisoni de Roger Vivier, y Diego Della Valle, dueño de Vivier, donaron los zapatos para la colección de Lacroix. Así lo contó Frisoni: “Llamé al señor Della Valle y le conté lo que estaba ocurriendo y él dijo, ‘Sí, por supuesto, estamos con Lacroix.”
Pese a haber podido presentar esta colección, el presente y futuro de Lacroix es incierto. Los empleados fueron informados el viernes pasado del plan de reestructuración que reduciría la fuerza de trabajo de 124 a 12, quedando la empresa merced a una operación de concesión de licencias. Los despidos sólo podrán evitarse en caso de que surja un comprador de la empresa que, desde el mes de mayo, se encuentra bajo protección judicial de sus acreedores, atrapada entre una operación unidad y ampliación, debido a un pronunciado descenso de los pedidos en medio de la crisis económica.
Solamente la modelos recibieron su paga, unos €50 cada una, según informó la corte francesa.
Nicolas Topiol, CEO de Lacroix, dijo que esta semana se espera la llegada de cartas de intención y que las ofertas serán recibidas hasta fines de julio. El ejecutivo declinó hacer comentarios de posibles compradores o sobre la probabilidad de una transacción. “La alternativa es una quiebra, y eso es lo que nadie quiere,” dijo Topiol.
Si el plan de reestructuración es llevado a cabo por sus actuales dueños, Falic Group, sólo un puñado de empleados conservará sus puestos para cumplir con los acuerdos de la licencia Lacroix, que incluye ropa de hombres con la marca Sadey, camisas de hombre y ropa de lana con Rousseau, vestidos de novia con Rosa Clara y bufandas para Mantero. El plan de reestructuración fue comunicado pocos días antes del desfile.
Las pérdidas en Lacroix se cuentan en alrededor de u$14 millones, sobre ingresos que se contrajeron en un estimado de 42 millones de dólares, mientras que los pedidos para el otoño-invierno bajaron un 35 por ciento.
Originario del sur de la ciudad francesa de Arles, sobre la base de una rica tradición gitana y provenzal, Lacroix irrumpió en la escena internacional de la moda en los años ochenta como el diseñador de Jean Patou. Bernard Arnault, presidente y director general de LVMH Moët Hennessy Louis Vuitton, instalaron una casa de alta costura sólo para él en 1987, dándole una inyección de color a la alta moda parisina y llevando a Lacroix directamente a la tapa de la revista Time.
En una entrevista realizada el mes pasado, el diseñador dijo que tenía el deber de alimentar el taller con bocetos y así mantener el talento de las manos costureras ocupado.
"Ellas quieren luchar", dijo Lacroix. "Ellas son muy fuertes: ¿sabés lo que significan las mujeres francesas y la Resistencia. La mejor forma de lucha sería la de hacer una colección hermosa."
Sin embargo, después de un mal paso de los ejecutivos, un fallido intento de perfume y lo que lamenta como un descuido en el desarrollo de su casa, LacroixLVMH vendió la empresa en 2005 al Falic Group, más conocido por su cadena de Duty Free Américas. El Falic Grup también ha comprado Hard Candy y Urban Decay, de un conglomerado francés.
Por su parte, Lacroix, de 58 años, ha seguido ampliando su horizonte en el mundo del diseño, con proyectos de trajes para óperas, diseños de sets, hoteles con su firma, e incluso, tranvías para las ciudades francesas. Entonces, la pregunta obligada no se hace esperar, ¿es Christian Lacroix el más perjudicado con esta posible quiebra?
La modelo Vlada Roslyakova, lució un vestido de novia barroco sobre el final del desfile. “Fue un lindo momento,” dijo sonriendo la modelo.
Carine Roitfeld, directora de Vogue París, aplaudió emocionada el esfuerzo de la troup Lacroix.
Carine Roitfeld, directora de Vogue París, aplaudió emocionada el esfuerzo de la troup Lacroix.
Fuente y fotos gettyimages;wwd.com;style.com
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