Cuando era chica (¿hasta los 16?) iba a la peluquería de mí madre, es decir, no es que mi mamá sea peluquera, sino que me cortaba el pelo en la misma peluquería que ella. Era fácil, no había que sacar turno. Siempre había tiempo para mí. Pero ir a la peluquería no era una actividad que me copara mucho. Una y otra vez se sucedían los mismos elogios y las mismas preguntas, ‘¡Qué lindo color! ¡Qué rulos! ¿A quién saliste con ese pelo? ¡Qué cantidad! ¿Te lo vas a cortar mucho?’ Con el tiempo, comencé a elegir otras peluquerías, esas que tienen más onda, con mejor música, un ambiente más cool, en fin, otro trato. Sin embargo, los elogios y comentarios seguían siendo (casi) los mismos. ‘¿Ese color es tuyo? No, mentira. ¿Quién te tiñe?’. Sin embargo, a los elogios se sumaba una frase que no me gustaba mucho: ‘Tenés las puntas deshidratadas, y bastante florecidas’. ¿Cuál era la solución? ¡Corte, corte, corte! ¡Grrrrr!
Más allá de las características personales, los estudios sobre el cabello indican que más del 90% de las mujeres han tenido problemas con las puntas abiertas al menos una vez en su vida y, por supuesto, yo no soy la excepción. Me pasó mucho cuando era adolescente y me gustaba mucho tener el pelo bien largo, pero con la exposición al sol, la pileta y el mar, no había pelo que aguantara ni champú que hiciera milagros. La visita a la peluquería se imponía al regreso de las vacaciones. La única solución al problema de las puntas abiertas era pasar por la peluquería y someterse a las –a veces-, temibles tijeras, cortar la parte dañada y olvidarte por unos meses del pelo largo.
Mi peluquero dice que cuanto más largo tenés el pelo más posibilidades hay de que las puntas se desgasten sobre todo si te peinás mucho, utilizás secador de pelo y planchita. Verano tras verano es un problema recurrente con tanta exposición al sol, al viento, al agua… ¡Esperemos pronto encontrar una solución y ya no preocuparnos más por las puntas abiertas!
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