Hace unos días les conté acerca de mis estados del pelo, hoy quiero hablarles sobre mis sensaciones cuando voy a la peluquería. Algunas cuestiones que me gustan y otras que no me gustan tanto.
Creo que empiezo a pensar en ir a visitar a mi peluquero unas tres semanas antes del tiempo en que finalmente me acerco al Salón.
Mis coiffeurs Fernando y Clarita siempre me esperan con un amoroso: “Abran paso que viene la muestra del color viviente!”, para acto seguido darme un palo diciendo: “¡Era hora que vinieras a visitarnos!”. Porque es así, los peluqueros son exigentes, si vas cada dos meses, quieren que vayas una vez por mes, si vas una vez por mes, quieren que vayas cada quince días, y así sucesivamente. Nunca es suficiente…
Ir a la peluquería es estar dispuesto a sociabilizar y sonreír, sólo muy pocas veces he visto personas tristes o en situación desesperada.
Ir a la peluquería también es parte de un paseo porque vas para que te traten bien y –con suerte- salís más linda de lo que entraste.
Ir a la peluquería implica, además, la suspensión de un cierto tiempo, porque si tu trabajo implicar cumplir con una cierta cantidad de horas seguidas en una oficina, por ejemplo, no podés darte el lujo de decir: 'Me tomo dos horitas, voy a la peluquería y vuelvo'.
Una de las cosas que no me gustan tanto de ir a la peluquería es el griterío de mujeres hablando por encima del ruido de los secadores de pelo + la música en alto volumen + ciertos olores a tinturas dudosas = ¡inmediatas ganas de salir corriendo!
Tampoco me agrada mucho cuando la relación peluquero-cliente se torna demasiado íntima y las preguntas se ponen un tanto densas. 'Hey! Sos mi peluquero, no mi psicólogo'.
Dicho esto, lo que más me molesta de ir a la peluquería -y por eso tardo tanto en tomar la decisión de ir- es que una vez que entrás no sabés cuándo vas a salir. Si tenés mucha, mucha suerte, puede que no haya nadie antes que vos. Pero eso rara vez sucede. Otra cosa es que ya nadie te corta el pelo seco, sí o sí tienen que mojártelo. Tema aparte es si te hacés color, tintura y demás, el tiempo parece chicle y no hay revista de chusmerío que te lo haga más llevadero. Un corte sencillo puede llevar alrededor de una hora, pensemos entonces, si te hacés algo más como color, reflejos, mechas, etc, etc. Tiempo, tiempo, preciado tiempo.
Pero eso sí, qué bien nos sentimos cuando finalmente salimos de la peluquería con el pelo recién cortado, parece que nos hubiéramos sacado un peso de encima y que una nueva etapa comenzara.
¡Sólo por eso vale la pena el tiempo que invertimos en ir a la peluquería!
martes, 19 de febrero de 2013
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