¿Qué es lo que se convierte en herencia estilística? Es fascinante viajar hacia atrás a través del panteón de la historia de la sastrería de alguien. Un gusto personal por ciertas piezas, una atracción por un tipo de atuendo sobre otro, y el modo mismo en el que un armario se compone son el resultado de una suma de experiencias, recuerdos, sensaciones e imágenes icónicas que se almacenan lejos en el santuario del espíritu.
Para esta colección otoño-invierno 2016, Nicolas Ghesquière lleva a cabo una aventura cautivadora a través tanto del tiempo como del corazón de la Maison Louis Vuitton, desenterrando los restos gloriosos de un visionario fabricante de maletas y transformando las creaciones de ayer para los gustos de hoy en día. Él define una heroína que siempre está en movimiento, cuya elegancia surge de su dinamismo. Él forja el patrimonio para ilustrar mejor el presente, con ropa que combina un clasicismo irrefutable con la vitalidad atlética de un verdadero explorador.
Dicen que la cultura es lo que queda cuando todo lo demás ha sido olvidado. Lo mismo ocurre con las culturas de la moda. Esta colección de otoño-invierno se mueve a través del tiempo, disolviendo las fronteras de la memoria. Es un vestuario que cariñosamente vuelve a visitar el pasado, inventa un presente confiado y define un futuro fluido y mutable.
El artista Justin Morin creó las columnatas del desfile. Compuestas de cincuenta y siete columnas, inspiradas en su obra "Los huesos derretidos" (2011), una escultura en hormigón y espejos rotos.
Fotos cortesía Louis Vuitton; Getty Images.
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