El 25 de agosto se conmemora el Día Mundial del Cuidado de la Piel, el órgano más grande del cuerpo. Aunque su cuidado muchas veces parece
tratarse de un tema estético, es importante comprobar el aspecto y la textura de la piel de forma regular y consultar a un especialista cuando hay alteraciones. Síntomas como un sarpullido pueden ser parte de enfermedades que comprometen el bienestar general.
Hay muchas enfermedades diferentes que pueden afectar la piel. Algunas pueden causar síntomas
incómodos como ardor, enrojecimiento y sarpullido. También pueden afectar su apariencia, de
forma temporal o permanente, ser indoloras o causar dolor. Algunas de sus causas son
circunstanciales o genéticas, mientras que otras afecciones de la piel son menores o de lo contrario,
pueden poner en peligro la vida.
Una de las alteraciones de la piel más habituales es la aparición de un sarpullido -también conocido
como dermatitis, o erupción- de un área de la piel inflamada o irritada que puede acompañarse de
picazón. Dentro de sus causas más frecuentes se encuentran la dermatitis de contacto alérgica y
dermatitis de contacto irritante.
La dermatitis de contacto alérgica ocurre cuando el sistema inmunitario del cuerpo responde a una
sustancia normalmente inofensiva como si fuera una amenaza, que suelen ser cosméticos,
fragancias, joyas, entre otras. En el caso de contacto irritante, ocurre cuando una sustancia química
daña una parte de la piel, con causas mayormente ocasionadas por productos de limpieza y
pesticidas, entre otros.
Además de la dermatitis de contacto, un sarpullido puede tener otras causas, como afecciones de la
piel como eczema y psoriasis, infecciones como varicela, Herpes Zóster y sarampión, picaduras de
insectos y factores climáticos como la temperatura y la humedad.
Es fundamental realizar controles de la piel de manera regular. La Dra. Mónica Maiolino, médica
especializada en dermatología clínica y estética (MN86473), explica que “una correcta
autoevaluación debe contemplar el color, la textura y la temperatura de la piel. Con respecto a los
primeros dos factores, es necesario que sean homogéneos y parejos, sin rugosidades ni
enrojecimiento. Es muy importante que tampoco haya zonas con mayor temperatura que otras. Con
alguno de estos síntomas hay que acudir al médico clínico o dermatólogo”.
Sin embargo, a veces el sarpullido es un signo de una afección más seria y debe ser revisado por un
profesional de la salud. “Un indicador de alerta es si con el correr de las horas las lesiones se van
convirtiendo en ampollas, presentando picazón intenso o dolor”, declara la Dra. Maiolino.
Un caso a tener en cuenta es el del Herpes Zóster, más conocido como culebrilla, que ha tomado
gran relevancia durante los últimos meses. Las personas que lo padecen o crean que pueden tenerlo
deben acudir a su médico lo antes posible para obtener el diagnóstico y tratamiento adecuado,
evitando remedios caseros que puedan predisponer a la sobreinfección de las lesiones.
Para diferenciar el Herpes Zóster de cualquier otra afección en la piel debemos reconocer que “se
inicia como pequeñas ampollas que se van uniendo en forma lineal en el cuerpo o la cara,
generalmente en un lateral, y suele presentar mucho dolor y picazón, que se mantiene aún curada la
enfermedad” comenta la Dra. Maiolino. También agrega que “otros sarpullidos, diferentes del
Herpes Zóster, no son dolorosos y se manifiestan de manera más suelta, sin seguir ningún patrón”.
Diagnosticado a tiempo, el Herpes Zóster puede ser tratado con medicamentos antivirales o
antiinflamatorios para reducir el dolor y prevenir complicaciones. Para que sean efectivos, se debe
comenzar el tratamiento tan pronto como sea posible después de que aparezca la erupción. Sin
embargo, hoy existen opciones que permiten prevenir la activación del virus y desarrollar el Herpes
Zóster.
“La complicación más frecuente que se desarrolla con respecto al Herpes Zóster es la neuralgia
postherpética, un dolor que persiste por más que las ampollas hayan desaparecido. Otra
complicación son las infecciones debido al rascado. En algunos casos también puede verse afectada
la visión por alteración en el nervio óptico y, en otros más extremos, en el cerebro”, explica la
especialista.
La prevención es fundamental, sobre todo en pacientes con enfermedades o tratamientos
inmunosupresores o mayores de 50 años, que son los más propensos a cursar la enfermedad.
Por eso es importante consultar con el médico de cabecera sobre la vacunación como parte del
cuidado activo propio y las conductas saludables y visitarlo ante cualquier alteración de la piel que se
haya detectado en la autoevaluación.
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